martes, 20 de noviembre de 2007

Malcriadeces (irreveverencias) de los chicos

Las irreverencias literarias

Boris Espezúa Salmón

Un rasgo natural de la juventud es la irreverencia expresada en innovación, cambio, en alejarse de los moldes tradicionales, y romper parámetros que pudieran resultar un obstáculo o rémora para un proceso de avance. Pero, si bien puede ser reconocible ésta formas de irreverencias, resultan inútiles, sino son debidamente justificadas y mejor aún sino logran ser verdaderamente innovativas, pues pueden perecer por exceso o por defecto, y ser simplemente berrinches que susciten escarnio y nada más.

“La juventud sin rebeldía -como decía Ingenieros- es servidumbre precoz”. Claro, que era una aseveración muy recargada de idealismo, sin embargo péndula con otra de un nuevo filosofo como Farayabend que es anticientífico quien sostenía que: “La vejez acumula la madurez de las irreverencias responsables” con lo que no se puede decir que todo joven siempre encarna la innovación, también lo hacen creadores a una edad madura, la cabal irreverencia se refiere a una juventud innovativa con causa, que en muchos de los casos está ausente en el promedio de los que dejan la adolescencia, ya que muchas veces es motivada por el Ego, por el excesivo idealismo, o por el natural signo de la irresponsabilidad, que podríamos traducirlo en no medir a cabalidad las consecuencias. Todos hemos pasado por esta etapa, es en ella que se cometen los más atrevidos riesgos, y también los crasos errores volitivos. Es más la adrenalina e inquietas hormonas y menos el cálculo y el equilibrio. Sin embargo algo que nadie podrá despojar de los jóvenes es que bien o mal producen los cambios que es necesario que se den siempre.

En nuestra literatura regional, asistimos –sin que esto sea novedad- a una eclosión de jóvenes que se lanzan a publicar sus poemarios y cuentos, otros que ya se lanzaron y en muchos casos creen haber alcanzado el cielo, sin haber pasado por el infierno. A los primeros se les ve muy entusiastas, como si quisieran presentar su primer juguete en público, esperando los chiflidos o los aplausos; por ser iniciados mayormente siempre reciben los aplausos. A los segundos que ya pasaron esta etapa de iniciación, se espera si seguirán o no en el escenario, si podrán mantenerse expectantes o saldrán corriendo ante la primera diversidad que se les muestre. Muchos entre primeros y segundos notarán que todavía las nubes están muy altas (serán los más concientes) y otros notarán más bien que están por encima de dichas nubes ( serán los loquitos soberbios) en cualquier caso, se trata del manejo del Ego, de aquella real ubicación que uno debe darse, sin exagerar en grandilocuencia y en humildad, anteponiendo la sensatez y la serenidad.

Estos rasgos percibimos en nuestros jóvenes literatos, que a veces se lanzan sin agua en la piscina para darse de bruces y no levantarse, y otras veces para levantarse con buenos chichones. Se hace poemarios, textos para alcanzar el cielo, y sólo se alcanza el cielo raso de una habitación que nos recuerda que no somos sino la sombra de cuatro esquinas cerradas. El lanzarse encontrando la piscina llena de agua, tiene un poco de proporcionalidad entre la genialidad que siempre es irreverente y la sensatez que siempre es conservadora, no hay un genio absoluto que no haya tenido un articulación con algo firme, con una base, con los cimientos de una estructura. Por eso, cuando se trata de hacer algo grande como un encuentro que incluso se pretende internacional y resulta no sólo localista sino, de amigos, es que aún nos falta esa proporcionalidad y equilibrio, para conciliar lo nuevo y lo que la blonda realidad nos impetra a sujetarnos: Lo real,.o cuando leemos un poemario bien intencionado como de Eleuterio Moya Cosi, titulado “ El Mundo in Extremis” que refleja en el título su irreverencia radical, vemos en el contenido que no es él, el que pone al mundo in extremis, sino el mundo lo pone a él in extremis, es decir sus poemas y cuentos expresan balbuceos de búsqueda de ubicación y de descubrimiento del universo y mucho afecto que obnibula la textura de la creación, pero que no abordan el mundo, sino en idea y contemplación, y que sin embargo expresa el sentir de jóvenes que desean el cambio, o cuando a veces asiduo y anhelante vemos a un Fernando Chuquipuinta que con “ Brío del trovador” acaso nos recuerda que la poesía no debe entrar en el rubro deshumanizante del positivismo literario, pero hace de ella una hermenéutica sin contenido estimativo, y que debe mantener su lirismo equilibrado con el oficio de la palabra porque de otra manera negamos la esencia de la poesía.

Las irreverencias de Oquendo, de Rimbaud y otros son irrepetibles, pero, tuvieron asidero en lecturas e influencias que los articularon proporcionalmente entre la visión y la entrevisión, entre lo real y lo real maravilloso, en ese asomarse a la locura de donde regresó Oquendo, o esa temporada en el infierno en donde dejó las llaves de San pedro Rimbaud. Todo está en el asunto del Ego, que es el estadío del Yo, que debe de estar de acuerdo según Freud, con el Ello y el Super Yo. Encauzar los impulsos y las pretensiones con un grado se serenidad será el secreto, para hacer saludable y exitoso las proezas de todo tipo de iconoclastas, que sacudan con una dosis de responsabilidad los muchos aspectos que hay que cambiar, y que hay que avanzar en Literatura, en la construcción de nosotros mismos y en el desarrollo en general.