jueves, 13 de diciembre de 2007

Crítico crítico

el cazador de esfinges dijo...

EL BESTIARIO DEL DOCTOR (O LOS ELEMENTOS ZOÓTICOS EN LA POESÍA DE JOSÉ LUIS VELASQUEZ GARAMBEL)

UNO

Ungido por sus maestros como “el adelantado de su generación”, José Luis Velásquez Garambel (JLVG) pasea su soberbia por los grisáceas callejuelas de Puno. “Yo, el supremo” es la consigna que su estandarte arroja al viento. De sus incontables facetas, la de poeta tampoco le ha negado laureles a su autoestima superlativa. Recientemente gracias al voto electrónico de sus seguidores y admiradores (que no son pocos), ha sido proclamado como el mejor poeta de Puno.

Aunque JLVG habla de un supuesto poemario que habría visto la luz en 1996 (y dizque ahora borrado completamente del mapa por su arrepentido autor), sólo dos de su autoría han llegado hasta nosotros: Ojos de Cisne/ Voz de Caracol (OC-VC) y Gitana (G), ambos publicados este año.

Por un momento creímos que los poetas de fin de siglo lo habían acogido (aunque a regañadientes) en la destartalada hamaca de su generación. Y tal vez fue así porque incluso llegó a alternar con ellos en más de un recital. Sin embargo, no hace mucho la pluma de Luis Pacho lo desalojó tácitamente del grupo, encasillándolo en una embrionaria (¿fetal?) generación del post -2000. Haciendo gala del oportunismo más desfachatado JLVG, se defendió amparando su derecho en el (auto) vituperado y nulo poemario del 96. Pues claro, su refulgente estro oquendiano no puede convivir con ese rosario de payasadas poéticas, con esos versos ramplones e insipientes cometidos por la novísima generación. No importa que algunos de sus émulos militen en ella, su ego no puede tolerar tamaña injuria.

DOS

Uno de los titanes de la edad de oro de las letras puneñas es, qué duda cabe, Gamaliel Churata. Ahora que atravesamos el inagotable desierto de la edad de piedra (pródiga en pigmeos picapedreros), JLVG pregona de selva a cordillera, de mar a sierra su condición de nuevo “iluminado”. Y su comedia simiesca no se acaba ahí. Como se sabe, Churata ha enhebrado en su Pez de Oro una mítica comparsa animalesca, cuya presencia se justifica por cuanto sus personajes (el puma de oro, el pez de oro, suchis, humantos, wikhuñas, Thumos y otros perros, bacterias, etc.) constituyen “símbolos zoóticos del corazón del hombre”. Con análogas intenciones pero con resultados subalternos, JLVG ha convertido su poesía (OC-VC / G) en un zoológico estrafalario, donde dándoselas de Noé delirante, ha encerrado a cisnes, caracoles, mariposas, orugas, arañas, hormigas, luciérnagas, peces, cigarras, gallos , conejos, libélulas, batracios, pájaros, etc. Esta interminable lista de alimañas pareciera no representar otra cosa que una irrisoria versión de los demonios internos del autor. (Nos sugiere además la imagen de un JLVG fungiendo de avicultor, piscicultor, granjero o entomólogo.) Pero estas alegres dilucidaciones pierden su carga cómica cuando cobramos conciencia del extraño régimen al que están sometidas estas deplorables criaturas. Esto nos obliga a descartar la inofensiva imagen del corral y nos acerca más a la de un bárbaro matadero.

Más exactamente se trata de un siniestro laboratorio, edificado sobre las ascuas del infierno y regentado por un diabólico Sergio Voronoff. Este desalmado (JLVG) somete a su patética tropa de conejillos a las más oprobiosas manipulaciones que la Sociedad Defensora de Animales no dudaría en adoptarlo como su villano prototípico. Veamos por qué.

TRES

Primero se ensaña con los caracoles. Un frágil caracol es descascarado por las garras de un cisne: “un cisne baila en el caparazón de un caracol” (OC-VC). Más allá, otros de su especie son mutilados a picotazos por un ave rapaz: “un pajarillo travieso picotea a los caracoles” (OC-VC). A unos pasos, otro se arrastra con los ojos arrancados: “un caracol se ha perdido en la espesura de la noche” (OC-VC). El pobre, en su agonía, “no repara en el camino que la luna ha trazado y quiere besar al sol antes de morir” (OC-VC).

Después arremete contra las mariposas. “Al igual que tú, tengo una mariposa en mis manos” (G). Empieza anulando la identidad de su víctima: “recuerda no eres una mariposa” (G). La pobrecita, en su pugna por liberarse de la tortura digital, “va perdiendo sus plumas en cada aleteo” (G). Presenciando el horrendo espectáculo, sus compañeras sufren una crisis regresiva: “las mariposas escandalizadas quieren ser orugas” (OC-VC). Entonces el torturador la emprende contra todas, exterminándolas despiadadamente, y luego, en los linderos del clímax, grita como un demente su proeza inaudita: “¡Mil mariposas han muerto!” (OC-VC).

Una exhausta luciérnaga sirve de alimento a un arácnido que previamente tuvo que soportar un dilatado ayuno: “Una luciérnaga carga tu nombre y la devora una araña hambrienta” (OC-VC). Otra, tras ser sometida a un bárbaro suplicio, pierde la vista y la razón:”una luciérnaga ciega que cree que es una rana” (G).

Estas manipulaciones atroces también enloquecen a los peces: “un pez duerme y te sueña danzando con un lirio” (G), “los peces escriben tu nombre en las nubes dibujadas por un lirio” (G), “un pez payaso besa a la mar en la imaginación de un lirio soñador” (OC-VC). Lo mismo ocurre con un pobre gallo que “canta e imita a una rosa” (G). Tal parece que el depravado manipulador los alienó hasta hacerles creer que pertenecían al reino vegetal.

Pero el éxtasis bestial se produce con un aberrante experimento (OC-VC): “Una oruga lleva en su vientre a un cisne” --se desconoce cómo se produjo este inenarrable embarazo: ¿inseminación?, ¿violación?-- “el cisne al nacer pone un huevo” --seguramente la precocidad-- “y sale un caracol travieso que dibuja tu rostro en la luna” --¿se obligó a un cisne a aparearse con un caracol?, ¿tal vez el vientre de la oruga era el arca de Noé?

CUATRO
No hay duda, la ciencia del doctor JLVG es de un salvajismo infinito, el resultado: un auténtico holocausto en honor a su egolatría. Esas tristes alimañas son los símbolos zoóticos de un cerebro desquiciado. La mente de JLVG es una maquinaria del sadismo más refinado. Su poesía es la radiografía cifrada de esa sucursal del infierno.

He ahí el bestiario del doctor. El inventario podría ser enriquecido provechosamente agregando a sus alumnitos, amigos, discípulos, devotos, camaradas, compinches, apologistas, secuaces, feligreses, guardaespaldas, porristas, cómplices, amantes, bufones, etc., etc. Pero como se trata de tan sólo una zoología poética (la suya), es mejor dejar a este ultimo muestrario de fauna doctoral en paz.